jueves, 1 de mayo de 2014

El trabajo bueno debe fortalecer la familia

HOMILIA DE LA MISA DE INAUGURACIÓN DEL CENTRO DE DESARROLLO INTEGRAL SOCIO LABORAL P. JORGE MURCIA (CENDISOL)
Queridos hermanos y hermanas,
Hoy primero de mayo es un gran día de fiesta para nuestra Iglesia arquidiocesana, para este centro misionero San Juan Evangelista y para todo el barrio Modelo ya que Dios nos da la gracia de inaugurar oficialmente el Centro de desarrollo integral socio-laboral P. Jorge Murcia Riaño, colocado bajo la conducción de las Religiosas de San Juan Evangelistas, conocidas como Hermanas Juanistas y destinado a la capacitación laboral de las mujeres y de los jóvenes de este sector de la parroquia La Resurrección del Señor, ubicada en la zona pastoral No 4 correspondiente al oeste de Maracaibo.
Esta obra es fruto de la práctica de la comunión de bienes entre nuestras Iglesias de Italia y de Venezuela, del testimonio consagrado y misionero de las HH. Juanistas, de la entrega generosa de voluntarios del barrio y de empresarios de otras parroquias de nuestra Iglesia arquidiocesana. Gracias al concurso de instituciones, organizaciones y personas de diversas partes del mundo, este Centro es hoy una espléndida realidad. Por eso, en este tiempo de pascua, en que celebramos la presencia de Cristo resucitado, que ha venido a traernos vida en abundancia, elevamos, con alegría, nuestra acción de gracias al Señor. Bendecimos al Señor por todos los hombres y mujeres que trabajaron en todas las etapas del diseño, de la construcción y de la dotación de este Centro. Gracias a su ingenio y a su competencia en sus respectivos oficios, tenemos ante nosotros este hermoso edificio para el disfrute de la comunidad.
La inauguración se lleva a cabo en un día muy emblemático para todos, ya que hoy 1º de mayo es el día del trabajador y de la fiesta católica de San José carpintero de oficio y padre adoptivo de Jesús. Precisamente esta obra, construida con el aporte fundamental de católicos convencidos, la cooperación financiera de múltiples organismos privados y el aporte en tiempo y talento de generosos voluntarios, está destinada la dignificación del trabajo humano, a la capacitación integral de la gente que vive en estos sectores populares y al anuncio del evangelio de nuestro Señor Jesucristo, buena noticia que libera de todo lo que deforma y pervierte el trabajo del hombre.
Mediante el trabajo, el hombre se asocia con Dios como colaborador directo de la creación. Efectivamente, al comienzo de todo, Dios confió la tierra y sus recursos a la administración común de hombres y mujeres para que tuvieran cuidado de ellos, los dominara mediante su trabajo y se beneficiaran de sus frutos (Cf Gen 1, 26-29). El hombre, hecho a imagen y semejanza de Dios, ha sido creado con inteligencia, voluntad y poder de dominar la tierra sin dañarla ni contaminarla. El hombre trabaja porque es semejante a Dios. Entre todas las criaturas del mundo solo el ser humano trabaja con conciencia. Los animales son muy activos y colaboran en muchas tareas pero ninguno trabaja en sentido de trabajo humano. Todo trabajo si es realmente humano debe contribuir a mejorar a la persona que lo realiza, a elevar su dignidad, a fortalecer los vínculos con sus semejantes y contribuir al mejoramiento de la familia, del medio ambiente y de la sociedad.
El hombre se vale de muchas herramientas, frutos de su ingenio y experiencia, para realizar su trabajo y producir grandes transformaciones. Hoy se vale en particular de las ciencias y de la tecnología. Este centro ha sido construido gracias al dominio de varias ciencias y el uso inteligente y racional de buenas tecnologías. Está dotado de equipos de última generación y cuenta con un grupo de personas muy competentes y sabias en cada una de sus áreas: la música, la danza, la panadería, la repostería, la informática, la estética y la belleza integral. Si usamos inteligentemente estas herramientas técnicas y tecnológicas nos volveremos más humanos, más responsables, y más capaces de ejercer una sana influencia en nuestras familias, nuestros vecindarios y en el ambiente que nos rodea.
Siempre deberemos estar atentos para no dejarnos arrastrar por sentimientos egoístas que nos impulsen, si no los frenamos a tiempo, a buscar nuestros propios intereses y no el bien de todos. Cuando el pecado entró en el mundo, el hombre se negó a colaborar con Dios y quiso utilizar los bienes de la creación para su provecho propio olvidándose de las necesidades de los demás. Caín tuvo envidia del trabajo de su hermano Abel y lo mató. El trabajo, si no se utiliza como una herramienta para la solidaridad humana, se puede volver una fuente de esclavitud, un camino para la explotación del hombre por el hombre y una poderosa palanca para acumular para si y no compartir con los necesitados. No estoy hablando de ideas locas. Es una triste realidad. Por eso, por el afán de lucro de unos pocos, por la mala o inexistente distribución de modo equitativo de las riquezas, por la corrupción generalizada, una inmensa muchedumbre muere de hambre, sin trabajo digno y sin reconocimiento y respeto de sus derechos fundamentales como seres humanos hechos a imagen y semejanza de Dios.
Por eso la Iglesia no se cansa de predicar el evangelio del trabajo. San Juan Pablo II, que en su juventud trabajó en una cantera, y que visitó en dos oportunidades a Venezuela, defendió siempre con ardor a los trabajadores y predicó con vigor apasionado el evangelio de la dignidad de todo trabajador, sea cual fuere su oficio. Así lo hizo también el p Jorge Murcia Riaño (1895-1944), gran promotor del apostolado social en Colombia y así, tras sus huellas, lo siguen haciendo hoy sus hijas, las religiosas juanistas, en esta arquidiócesis. Tengo la esperanza de que con la inauguración de este Centro, se fortalecerá prontamente en nuestra Iglesia, a partir de todos ustedes, mujeres y jóvenes que son los principales protagonistas de lo que acontecerá en este Centro de capacitación, la pastoral de los trabajadores y se forjarán vigorosas comunidades cristianas que influirán en la calidad de vida de su entorno. Todo el magisterio de la Iglesia de estos últimos decenios ha clamado para que se respeten los derechos humanos de todos los trabajadores y se ofrezcan oportunidades concretas para que hombres y mujeres se puedan capacitar y realizarse, acorde con el plan de Dios, mediante el trabajo.
Acordémonos por fin que el trabajo es para el hombre y no el hombre para el trabajo. Que el trabajo es para la realización personal, para el sostenimiento justo de la familia, para su crecimiento humano, moral y cristiano y alcanzar así su verdadera estatura de hijo e hija de Dios. En el centro de todos los sistemas económicos debe estar, no la búsqueda de la riqueza y del lucro desmesurado, sino la realización de todas las personas que están implicadas en sus diversos procesos. Hay que romper el círculo vicioso de muchos sistemas económicos que o producen pocos ricos y muchos pobres o producen un Estado omnipotente que priva a sus trabajadores de su libertad y los vuelve esclavos de un sistema o de una ideología. Nosotros los cristianos debemos cuidar también que el trabajo no conspire contra la familia y la destruya en vez de fortalecerla. El trabajo bueno debe fortalecer la familia. El trabajo es para la familia y no la familia para el trabajo.
Mis queridos hermanos y hermanas, los invito a todos, en este hermoso día de la inauguración de este centro, a empeñarse a fondo en transformarlo en un lugar donde se viva, se practique, se predique y se difunda el evangelio del trabajo que nos trajo Jesús el carpintero. Llévenlo a las distintas labores, artes y profesiones que aquí van a aprender. Pongan todo su interés en aprovechar al máximo las oportunidades que se les brinden para crecer, dignificarse, ser más personas, aprender a respetarse, a trabajar juntos, a complementarse, a valorarse en lo que cada uno sabe hacer con sus talentos.
Sepan y no lo duden nunca, que Cristo Jesús está cerca de cada uno de ustedes y quiere comunicarles también su Espíritu de fraternidad, para que se vuelvan sujetos de su proyecto de salvación. No olvidemos que para crecer a través del trabajo hay que esforzarse, hay que luchar, hay que empeñarse, a veces hay que sufrir y saber aguantar y avanzar a pesar de las dificultades, fatigas, frustraciones y dolores. Nada bello, nada grande se consigue sin trabajo y sacrificio. Con amor y sacrificio es cómo se forjan los apóstoles de Cristo para edificar en este mundo el Reino de Dios, de justicia y de paz.
Y algo muy importante que un trabajador cristiano no debe nunca olvidar: que a través de su trabajo, por más sencillo y humilde que sea, si lo hace con esmero, honestidad y eficiencia, está colaborando con Cristo en la transformación de este mundo. Vivan pues su vocación trabajadora con dignidad. Aquí encontrarán las herramientas para llevar a cabo un sueño: no solo aprender un oficio sino realizar su excelsa vocación humana y cristiana. Nunca dejen, en medio de sus oficios, de elevar su mirada y su corazón hacia Dios en una plegaria de alabanza y de acción de gracias. “Por la mañana, Señor, sácianos de tu misericordia y toda nuestra vida será alegría y júbilo”. Que el trabajo que se aprenda en CENDISOL llegue a ser para todos ustedes, amados hermanas y hermanos, una participación en la obra divina de la creación de Dios y la redención de Cristo y así, con la fuerza animadora del Espíritu Santo, puedan hacer realidad el canto de los ángeles: “Gloria a Dios en el cielo y paz en la tierra a los hombres que ama el Señor”. Amén.
Barrio Modelo 1º de mayo de 2014.
+Ubaldo R Santana Sequera FMI

Arzobispo de Maracaibo

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