HOMILIA DE LA MISA DE INAUGURACIÓN DEL CENTRO DE DESARROLLO INTEGRAL SOCIO LABORAL P. JORGE MURCIA (CENDISOL)
Queridos
hermanos y hermanas,
Hoy
primero de mayo es un gran día de fiesta para nuestra Iglesia
arquidiocesana, para este centro misionero San Juan Evangelista y
para todo el barrio Modelo ya que Dios nos da la gracia de inaugurar
oficialmente el Centro de desarrollo integral socio-laboral P. Jorge
Murcia Riaño, colocado bajo la conducción de las Religiosas de San
Juan Evangelistas, conocidas como Hermanas Juanistas y destinado a la
capacitación laboral de las mujeres y de los jóvenes de este sector
de la parroquia La Resurrección del Señor, ubicada en la zona
pastoral No 4 correspondiente al oeste de Maracaibo.
Esta
obra es fruto de la práctica de la comunión de bienes entre
nuestras Iglesias de Italia y de Venezuela, del testimonio consagrado
y misionero de las HH. Juanistas, de la entrega generosa de
voluntarios del barrio y de empresarios de otras parroquias de
nuestra Iglesia arquidiocesana. Gracias al concurso de instituciones,
organizaciones y personas de diversas partes del mundo, este Centro
es hoy una espléndida realidad. Por eso, en este tiempo de pascua,
en que celebramos la presencia de Cristo resucitado, que ha venido a
traernos vida en abundancia, elevamos, con alegría, nuestra acción
de gracias al Señor. Bendecimos al Señor por todos los hombres y
mujeres que trabajaron en todas las etapas del diseño, de la
construcción y de la dotación de este Centro. Gracias a su ingenio
y a su competencia en sus respectivos oficios, tenemos ante nosotros
este hermoso edificio para el disfrute de la comunidad.
La
inauguración se lleva a cabo en un día muy emblemático para todos,
ya que hoy 1º de mayo es el día del trabajador y de la fiesta
católica de San José carpintero de oficio y padre adoptivo de
Jesús. Precisamente esta obra, construida con el aporte fundamental
de católicos convencidos, la cooperación financiera de múltiples
organismos privados y el aporte en tiempo y talento de generosos
voluntarios, está destinada la dignificación del trabajo humano, a
la capacitación integral de la gente que vive en estos sectores
populares y al anuncio del evangelio de nuestro Señor Jesucristo,
buena noticia que libera de todo lo que deforma y pervierte el
trabajo del hombre.
Mediante
el trabajo, el hombre se asocia con Dios como colaborador directo de
la creación. Efectivamente, al comienzo de todo, Dios confió la
tierra y sus recursos a la administración común de hombres y
mujeres para que tuvieran cuidado de ellos, los dominara mediante su
trabajo y se beneficiaran de sus frutos (Cf Gen 1, 26-29). El
hombre, hecho a imagen y semejanza de Dios, ha sido creado con
inteligencia, voluntad y poder de dominar la tierra sin dañarla ni
contaminarla. El hombre trabaja porque es semejante a Dios. Entre
todas las criaturas del mundo solo el ser humano trabaja con
conciencia. Los animales son muy activos y colaboran en muchas tareas
pero ninguno trabaja en sentido de trabajo humano. Todo trabajo si es
realmente humano debe contribuir a mejorar a la persona que lo
realiza, a elevar su dignidad, a fortalecer los vínculos con sus
semejantes y contribuir al mejoramiento de la familia, del medio
ambiente y de la sociedad.
El
hombre se vale de muchas herramientas, frutos de su ingenio y
experiencia, para realizar su trabajo y producir grandes
transformaciones. Hoy se vale en particular de las ciencias y de la
tecnología. Este centro ha sido construido gracias al dominio de
varias ciencias y el uso inteligente y racional de buenas
tecnologías. Está dotado de equipos de última generación y cuenta
con un grupo de personas muy competentes y sabias en cada una de sus
áreas: la música, la danza, la panadería, la repostería, la
informática, la estética y la belleza integral. Si usamos
inteligentemente estas herramientas técnicas y tecnológicas nos
volveremos más humanos, más responsables, y más capaces de ejercer
una sana influencia en nuestras familias, nuestros vecindarios y en
el ambiente que nos rodea.
Siempre
deberemos estar atentos para no dejarnos arrastrar por sentimientos
egoístas que nos impulsen, si no los frenamos a tiempo, a buscar
nuestros propios intereses y no el bien de todos. Cuando el pecado
entró en el mundo, el hombre se negó a colaborar con Dios y quiso
utilizar los bienes de la creación para su provecho propio
olvidándose de las necesidades de los demás. Caín tuvo envidia del
trabajo de su hermano Abel y lo mató. El trabajo, si no se utiliza
como una herramienta para la solidaridad humana, se puede volver una
fuente de esclavitud, un camino para la explotación del hombre por
el hombre y una poderosa palanca para acumular para si y no compartir
con los necesitados. No estoy hablando de ideas locas. Es una triste
realidad. Por eso, por el afán de lucro de unos pocos, por la mala o
inexistente distribución de modo equitativo de las riquezas, por la
corrupción generalizada, una inmensa muchedumbre muere de hambre,
sin trabajo digno y sin reconocimiento y respeto de sus derechos
fundamentales como seres humanos hechos a imagen y semejanza de Dios.
Por
eso la Iglesia no se cansa de predicar el evangelio del trabajo. San
Juan Pablo II, que en su juventud trabajó en una cantera, y que
visitó en dos oportunidades a Venezuela, defendió siempre con ardor
a los trabajadores y predicó con vigor apasionado el evangelio de la
dignidad de todo trabajador, sea cual fuere su oficio. Así lo hizo
también el p Jorge Murcia Riaño (1895-1944), gran promotor del
apostolado social en Colombia y así, tras sus huellas, lo siguen
haciendo hoy sus hijas, las religiosas juanistas, en esta
arquidiócesis. Tengo la esperanza de que con la inauguración de
este Centro, se fortalecerá prontamente en nuestra Iglesia, a partir
de todos ustedes, mujeres y jóvenes que son los principales
protagonistas de lo que acontecerá en este Centro de capacitación,
la pastoral de los trabajadores y se forjarán vigorosas comunidades
cristianas que influirán en la calidad de vida de su entorno. Todo
el magisterio de la Iglesia de estos últimos decenios ha clamado
para que se respeten los derechos humanos de todos los trabajadores y
se ofrezcan oportunidades concretas para que hombres y mujeres se
puedan capacitar y realizarse, acorde con el plan de Dios, mediante
el trabajo.
Acordémonos
por fin que el trabajo es para el hombre y no el hombre para el
trabajo. Que el trabajo es para la realización personal, para el
sostenimiento justo de la familia, para su crecimiento humano, moral
y cristiano y alcanzar así su verdadera estatura de hijo e hija de
Dios. En el centro de todos los sistemas económicos debe estar, no
la búsqueda de la riqueza y del lucro desmesurado, sino la
realización de todas las personas que están implicadas en sus
diversos procesos. Hay que romper el círculo vicioso de muchos
sistemas económicos que o producen pocos ricos y muchos pobres o
producen un Estado omnipotente que priva a sus trabajadores de su
libertad y los vuelve esclavos de un sistema o de una ideología.
Nosotros los cristianos debemos cuidar también que el trabajo no
conspire contra la familia y la destruya en vez de fortalecerla. El
trabajo bueno debe fortalecer la familia. El trabajo es para la
familia y no la familia para el trabajo.
Mis
queridos hermanos y hermanas, los invito a todos, en este hermoso día
de la inauguración de este centro, a empeñarse a fondo en
transformarlo en un lugar donde se viva, se practique, se predique y
se difunda el evangelio del trabajo que nos trajo Jesús el
carpintero. Llévenlo a las distintas labores, artes y profesiones
que aquí van a aprender. Pongan todo su interés en aprovechar al
máximo las oportunidades que se les brinden para crecer,
dignificarse, ser más personas, aprender a respetarse, a trabajar
juntos, a complementarse, a valorarse en lo que cada uno sabe hacer
con sus talentos.
Sepan
y no lo duden nunca, que Cristo Jesús está cerca de cada uno de
ustedes y quiere comunicarles también su Espíritu de fraternidad,
para que se vuelvan sujetos de su proyecto de salvación. No
olvidemos que para crecer a través del trabajo hay que esforzarse,
hay que luchar, hay que empeñarse, a veces hay que sufrir y saber
aguantar y avanzar a pesar de las dificultades, fatigas,
frustraciones y dolores. Nada bello, nada grande se consigue sin
trabajo y sacrificio. Con amor y sacrificio es cómo se forjan los
apóstoles de Cristo para edificar en este mundo el Reino de Dios, de
justicia y de paz.
Y
algo muy importante que un trabajador cristiano no debe nunca
olvidar: que a través de su trabajo, por más sencillo y humilde que
sea, si lo hace con esmero, honestidad y eficiencia, está
colaborando con Cristo en la transformación de este mundo. Vivan
pues su vocación trabajadora con dignidad. Aquí encontrarán las
herramientas para llevar a cabo un sueño: no solo aprender un oficio
sino realizar su excelsa vocación humana y cristiana. Nunca dejen,
en medio de sus oficios, de elevar su mirada y su corazón hacia Dios
en una plegaria de alabanza y de acción de gracias. “Por la
mañana, Señor, sácianos de tu misericordia y toda nuestra vida
será alegría y júbilo”. Que el trabajo que se aprenda en
CENDISOL llegue a ser para todos ustedes, amados hermanas y hermanos,
una participación en la obra divina de la creación de Dios y la
redención de Cristo y así, con la fuerza animadora del Espíritu
Santo, puedan hacer realidad el canto de los ángeles: “Gloria a
Dios en el cielo y paz en la tierra a los hombres que ama el Señor”.
Amén.
Barrio
Modelo 1º de mayo de 2014.
+Ubaldo
R Santana Sequera FMI
Arzobispo
de Maracaibo
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